El futuro energético y la economía global

Los límites de la energía serán un freno al crecimiento económico. Análisis de Gerardo Honty (CLAES) que forma parte del Anuario Política Internacional & Política Exterior 2016-2017 recientemente publicado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Uruguay). Montevideo, 2017

Introducción

La Agencia Internacional de la Energía publica cada año su Perspectiva Mundial de la Energía (World Energy Outlook) con un análisis prospectivo para las siguientes dos o tres décadas. Estos informes anuales han sido –y son- muy relevantes en tanto marcan la agenda política global pues son la fuente de información más utilizada y confiable para la mayoría –si no todos- los gobiernos del mundo. Por esta razón, este artículo se basará fundamentalmente en los documentos elaborados por esta agencia.

El último de estos reportes (AIE, 2016), además de actualizar los desafíos en materia de energía y cambio climático en el mediano plazo, informa que el mundo enfrenta un reto muy particular en el corto plazo debido a la falta de inversiones en el sector petrolero. Pero a la vez reconoce que, de realizarse las inversiones y continuar el aumento del consumo de petróleo, el Acuerdo de París sobre cambio climático no podrá ser cumplido. Una encrucijada cuya resolución, cualquiera sea ella, tendrá repercusiones significativas en la política y la economía internacional.

 

Situación previa

Durante el año 2014 el precio del petróleo internacional se mantuvo por encima de los USD 100 por barril, luego de haber alcanzado un máximo histórico en 2008 de USD 140. Pero a partir de 2015 y hasta la fecha, el precio del crudo se ha mantenido en el entorno de los USD 50 por barril.

La razón que ha llevado a este derrumbe del precio es la sobreoferta provocada por la alta producción petrolera durante el período de bonanza de precios entre 2011 y 2014. Los altos valores del crudo llevaron a un desarrollo sin precedentes del petróleo de esquisto estadounidense que inundó rápidamente el mercado global. Cuando los depósitos del mundo estuvieron saturados, el precio comenzó a caer.

Esto no es novedad. Históricamente el petróleo ha presentado este ciclo: cuando los precios suben aumenta la exploración y explotación lo que lleva a la saturación del mercado. Una vez alcanzado este punto el precio se retrae y con él las inversiones, lo que al cabo de un tiempo lleva a la escasez y consecuentemente un aumento de precios, con lo cual se inicia un nuevo ciclo.

Pero este ciclo en particular contiene una novedad: el pico del petróleo convencional. En el año 2006 la producción de crudo convencional alcanzó su máximo histórico de 70 mbd (AIE, 2010) y luego ha comenzado a decaer llegando a 47 mbd en la actualidad y una expectativa de producción para el 2020 de 36 mbd. Desde 2006 el crecimiento de la oferta –que ha superado los 90 mbd en 2016- se ha sustentado en base a los petróleos no convencionales y a los biocombustibles.

Los llamados petróleos no convencionales son varios y las categorías que incluye varían según los autores. La diferencia con los convencionales radica en el tipo de formación geológica en la que se encuentran, las tecnologías utilizadas para su extracción y la característica del hidrocarburo. Entre ellos pueden citarse las arenas bituminosas, los petróleos extra-pesados, el petróleo de esquistos, el petróleo de formaciones compactas y los combustibles sintéticos derivados de la conversión del carbón y el gas a líquidos.

Hay diferencias entre ellos así como diferentes tecnologías para su extracción. Sin embargo tienen una cosa en común: su costo de producción es mayor que los convencionales. Según el tipo de petróleo de que se trate y de la tecnología utilizada, la explotación de estos hidrocarburos solo es viable económicamente con valores del crudo mayores que los actuales.

Como puede suponerse, la brecha entre la decreciente oferta de petróleo convencional y la creciente demanda de petróleo -abastecida a partir de no convencionales de mayor costo- tuvo sus consecuencias. La retracción de los precios de los últimos dos años ha traído consigo una importante crisis financiera en las empresas energéticas, el cierre de varios yacimientos que resultaron inviables y la caída de varios proyectos de inversión que estaban en cartera. Para 2016 las inversiones en exploración y explotación (upstream) habían caído a la mitad de lo invertido en 2014 (AIE, 2017).

Las mayores empresas petroleras (BP, Shell, Exxon, Chevron, entre otras) comenzaron a hacer recortes de gastos y tuvieron que recurrir a la venta de activos para equilibrar los balances. Otras empresas menores, sobre todo aquellas dedicadas a la perforación como Samson Resources y Magnum Hunter Resources, se declararon en quiebra. En Estados Unidos, el mayor productor de petróleo de esquistos del mundo, llegó a haber más de 1.300 torres de perforación trabajando en 2014 en las siete principales cuencas y dos años después, apenas quedaban unas 300. En 2014 las mayores empresas de petróleo y gas estadounidenses tuvieron un déficit conjunto en su flujo de caja que superó los USD 100 mil millones[1]. Esto obligó a las empresas a tomar deuda y la situación podría ser peor en el futuro. Según previsiones de Bloomberg, la deuda de bonos de las empresas de petróleo y gas estadounidenses ascenderá hasta los USD 230 mil millones en 2020[2].

Hasta Saudi Aramco, la empresa estatal de Arabia Saudita que controla más del 10% del petróleo mundial, ha puesto en venta parte de sus activos. La suma total de los ingresos por venta de crudo en los países de la OPEP cayeron de 1,2 billones de dólares en 2012 a 450 mil millones en 2016 (EIA, 2017). Por esta razón a fines de noviembre de 2016 los países miembros de la OPEP junto a otros países no pertenecientes al cártel, acordaron recortar la producción de crudo en 1,8 mbd con lo que se logró que los precios no siguieran cayendo.

 

Situación futura

La Agencia Internacional de la Energía pronostica que los precios continuarán en alza en los próximos años pero no lo suficiente para que el ritmo de las inversiones en exploración y explotación se retome con la fuerza que requiere la demanda esperada[3].

La demanda creciente de energía basada fundamentalmente en el petróleo, corre riesgo de no poder ser abastecida por la falta de inversiones en el sector. El bajo precio del crudo a nivel internacional ha retraído las inversiones y –como ya se expresó- ha puesto en aprietos financieros a las mayores empresas energéticas. Según el reporte de la agencia de 2016, las inversiones en el sector fueron en los últimos dos años las más bajas desde 1950 y de mantenerse esta tendencia podría haber una crisis de abastecimiento antes de 2020. A la vez que los bajos precios desestimulaban las inversiones, estimulaban el consumo, el cual aumentó en 2 mbd en 2015 y 1,6 mbd en 2016. La AIE proyecta que la demanda de crudo ascenderá hasta 100 millones de barriles diarios en 2019, para alcanzar los 104 millones de barriles al día en 2022.

En el reporte de 2017 ya citado, la agencia informa de una reducción en los costos de operación del petróleo no convencional en Estados Unidos que podría viabilizar la producción con valores por encima de los USD 50 por barril. Sin embargo, afirma que los yacimientos capaces de operar dentro de estos márgenes aún no son suficientes para cubrir la demanda esperada y los niveles de inversión necesarios solo aparecerán cuando las señales del mercado sean lo suficientemente buenas. Esto es, un precio mayor y una perspectiva de estabilidad de precios por un largo plazo.

Ahora bien, como se decía más arriba, este nuevo ciclo del petróleo parece traer la novedad de un nuevo piso en los precios. Si bien en la era previa al pico del petróleo el piso de los precios del ciclo podía ubicarse en los USD 20 o menos, ahora parece que este no podría estar por debajo de los USD 50, debido a la nueva composición no convencional de la canasta petrolera. Y a medida que los yacimientos no convencionales más rentables vayan declinando en su producción –y los no convencionales alcanzan el pico bastante antes que los convencionales-, este piso será cada vez más alto. La pregunta es: ¿cuál es el límite máximo de precio del petróleo que la economía mundial puede asumir antes de entrar en recesión?

La historia de los últimos 25 años muestra que la economía global es muy sensible al aumento de los precios del crudo. En 1990 el precio del petróleo (en términos reales) pasó de USD 30 a USD 65. El aumento del PIB que había sido de 3,76% en 1989 cayó a 1,35% en 1991. En el año 2000 el petróleo pasó de USD 20 a USD 50 por barril: el aumento del PIB que había sido de 4,33% en ese año, cayó a 1,96% en 2001. En 2008 el precio del crudo varió de USD 60 a USD 140; el PIB que había crecido 4,32% en 2007 cayó -1,78% en 2009. El mayor salto en la suba del petróleo ocasionó la mayor caída en el PIB de los últimos 25 años. El último impacto se registró en 2011 cuando el petróleo pasó de costar USD 60 a USD 120 por barril. El PIB que había crecido 4,35% en 2010 cayó a 2,46% en 2012[4]

Por lo tanto el mundo se encuentra ante este dilema: el precio del petróleo tiene que ser lo suficientemente alto como para hacer viable su producción y asegurar el suministro de la demanda esperada. Pero por otro lado, altos niveles de precios hacen imposible sostener el ritmo de crecimiento del PIB global necesario para mantener la economía andando.

No obstante, este no es el único dilema que nos presenta la prospectiva. En el año 2015 la AIE elaboró un informe previo a la COP 21 con el fin de ofrecer información sobre las futuras emisiones del sector energético a los delegados nacionales que iban a debatir el Acuerdo de París (AIE, 2015). Según su análisis, el escenario con las ofertas de reducción de emisiones que presentaron los países en las Contribuciones Nacionales Previstas y Determinadas (INDC por sus siglas en inglés) llevaría al mundo a un consumo de 99 mbd de petróleo en el año 2030.

Esto, sumado al esperado consumo de los otros combustibles fósiles –carbón y gas natural-, elevaría las emisiones energéticas a 40 Gt CO2 eq en el año 2030. Este nivel de emisiones de gases de efecto invernadero del sector de la energía está muy por encima de la trayectoria que debería seguirse para no superar un aumento de 2º C de temperatura media mundial. El informe estima que para alanzar esa meta, las emisiones energéticas no deberían superar las 24 Gt CO2 para esa fecha. En consecuencia, las ofertas de reducción acordadas en la COP 21 de París no son congruentes con el límite adoptado de los 2º C.

Esta incongruencia no solo fue adelantada por la AIE sino que está reconocida en el propio texto de la Decisión del Acuerdo de París cuando en su párrafo 17 dice “[La Conferencia de las Partes] Observa con preocupación que los niveles estimados de las emisiones agregadas de gases de efecto invernadero en 2025 y 2030 resultantes de las contribuciones previstas determinadas a nivel nacional no son compatibles con los escenarios de 2 ºC de menor costo sino que conducen a un nivel proyectado de 55 gigatoneladas en 2030, y observa también que, para mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, mediante una reducción de las emisiones a 40 gigatoneladas […] se requerirá un esfuerzo de reducción de las emisiones mucho mayor que el que suponen las contribuciones previstas determinadas a nivel nacional”[5].

En consecuencia es muy probable que si se realizan las inversiones en exploración y explotación de petróleo necesarias para abastecer la demanda, el consumo de combustibles resultante implicará un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero muy por encima de acordado en París.

Esto también tendrá consecuencias en la economía global, como lo anunció tempranamente el Informe Stern (2007) estimando que el PIB mundial podría llegar a caer hasta un 20% por causa del cambio climático. En nuestra región, CEPAL (2014) estima que los costos actuales del cambio climático son entre 1.5 % y el 5 % del PIB de Sur y Centro América. Para 2050, los costos podrán ser de USD 100 mil millones anuales sin contabilizar daños en la biodiversidad, pérdidas de especies u otros recursos no monetarizables.

 

Conclusión

La economía moderna se sostiene gracias al impulso del crecimiento económico. El abastecimiento energético de forma segura, suficiente y a bajo costo relativo, es imprescindible para sostener el crecimiento constante de las economías. Y el petróleo es una forma de energía muy particular, con unas cualidades que lo hacen prácticamente insustituibles para la sociedad actual.

Estas cualidades son esencialmente: su ductilidad (es fácilmente transportable, almacenable y utilizable en distintos usos finales), su imponente poder calorífico (gran cantidad de energía potencial en relación a su volumen) y su bajo costo de extracción. La eventualidad de una reducción en los volúmenes producidos o un aumento considerable de sus costos de extracción ponen en serio riesgo la organización productiva y todo el orden económico y social del mundo actual.

Las fuentes renovables, habitualmente consideradas posibles sustitutas de una eventual falta de petróleo, carecen de las cualidades antes mencionadas. Por esta razón, este tipo de fuentes son muy útiles para la generación de electricidad, pero esto representa apenas el 18% del consumo energético global. Para el resto de los otros usos relevantes como el transporte –el mayor consumidor de petróleo- o la generación de calor para usos industriales, no existen sustitutos renovables con cualidades similares al petróleo[6].

Asegurar la provisión necesaria de crudo para sostener el crecimiento económico, requiere un rápido aumento de las inversiones en su exploración y explotación en yacimientos que resultarán sin dudas de mayor costo de producción y consecuentemente su precio será mayor. El pico del petróleo no convencional y su brusco declive no podrán asegurar el abastecimiento más allá de un par de décadas.

La puesta en producción de estas nuevas reservas y su combustión para los usos finales requeridos, tendrán como resultado un aumento en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y un aumento de la temperatura media del planeta por encima de los 2ºC fijados como límite máximo por la Convención de Cambio Climático.

Dado este escenario es probable que hacia el 2040 el esfuerzo puesto en sostener el crecimiento constante de la economía nos lleve exactamente al lugar opuesto. Es una hipótesis bastante plausible prever que, por un lado, los altos precios de la energía lleven a un descenso de la actividad económica y la dinámica de los mercados globales. Y por otro lado, que los impactos del cambio climático -con una temperatura media ya por encima de los 2ºC- causen unas pérdidas económicas lo suficientemente elevadas como para hacer caer el PIB global en muchos puntos.

La salida de esta encrucijada no está en nuevos desarrollos tecnológicos o el descubrimiento de nuevas fuentes energéticas. Las leyes de la física y la termodinámica son inapelables y no puede sostenerse un crecimiento ilimitado dentro de una biosfera que posee recursos finitos. La respuesta deberá buscarse en nuevas formas de organizar la economía, que pueda distribuir y asignar los recursos limitados del planeta de una manera justa y equilibrada sin depender de crecimiento continuo. Y naturalmente, en un contexto de economía globalizada, esta salida deberá contar con un cierto consenso internacional.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

(AIE) Agencia Internacional de la Energia (2010). “World Energy Outlook 2014”. Paris. OCDE/IEA. Disponible en www.worldenergyuoutlook.org.

(AIE) Agencia Internacional de la Energía (2015). “World Energy Outlook Special Report. Energy and Climate Change” Paris. OCDE/IEA. Disponible en https://www.iea.org/publications/freepublications/publication/WEO2015SpecialReportonEnergyandClimateChange.pdf

(AIE) Agencia Internacional de la Energia (2016). “World Energy Outlook 2016”. Paris. OCDE/IEA. Disponible en www.worldenergyuoutlook.org.

(AIE) Agencia Internacional de la Energía (2017). “Market Report Series. Oil 2017: Analysis and forecasts to 2022”. Paris. OCDE/IEA. Disponible en www.iea.org

(CEPAL) Comisión Económica para America Latina y el Caribe (2014) “The economics of climate change in Latin America and the Caribbean: paradoxes and challenges”. Santiago de Chile.

Stern, Nicholas (2007). “El Informe Stern. La verdad del cambio climático”. Barcelona. Paidós

 

 

[1] US Energy Information Administration: Today in Energy (29/07/2014) (https://www.eia.gov/todayinenergy/detail.php?id=17311)

[2] https://www.investing.com/analysis/the-great-u.s.-energy-debt-wall:-it%E2%80%99s-going-to-get-very-ugly%E2%80%A6.-200191808

[3] «La industria petrolera global necesitará un incremento de la inversión del 20% este año para cumplir con el crecimiento de la demanda y para contrarrestar el descenso de los pozos naturales». Director Ejecutivo de la AIE, Fatih Birol. (Reuters, 08/03/2017).

[4] Precios del petróleo: US Energy Information Administration. PIB: base de datos del Banco Mundial

[5] Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Decisión 1/CP.21 (FCCC/CP/2015/10/Add.1)

[6] Para ver en detalle este tópico véase: Honty G. “Límites de las energías renovables” Ecuador Debate No 92. Quito, Ecuador, 2014. Disponible en www.energiasur.com