Evaluación del Acuerdo de París
A pesar de los aplausos y los autoelogios mutuos de los delegados nacionales en la COP 21, no hay mucho para celebrar. Análisis de Gerardo Honty
La evaluación del Acuerdo de París puede hacerse al menos desde dos puntos de vista: cuál era el mejor resultado esperable en función la realidad política internacional por un lado, y cuál era el mejor resultado esperable desde punto de vista de la estabilidad del clima, por otro.
Desde la primera perspectiva, la mejor y más concisa evaluación la dio el propio presidente de la COP 21, el francés Laurient Fabius, cuando expresó al final de la reunión: “Es el mejor resultado posible”. Esto es, firmamos aquello que es posible acordar entre casi 200 países que buscan crecer económica-mente, aumentar el comercio mundial de bienes y multiplicar el consumo. En ese contexto, el mejor acuerdo posible era uno que repitiera decisiones anteriores y no comprometiera a nadie más allá de lo que ya se había aceptado previamente.
Desde la segunda perspectiva, el Acuerdo ya no resulta tan satisfactorio. Sí es cierto que deja puertas entreabiertas para que sus metas y propósitos sean mejorados, pero esto dependerá de futuras reuniones. Y como la experiencia nos demuestra, las puertas entreabiertas son pocas veces atravesadas en la historia de las negociaciones.
En el texto que sigue se trata de hacer una evaluación combinada entre los avances logrados en esta COP respecto a las anteriores y qué representan con relación al problema central: evitar el cambio climático peligroso.